Take me or leave me


Sin garantías, con mis rodillas chuecas y mi sonrisa de sol a sol deshinibida. Con mis restos de histeria y mi hambre famélico las 24 horas del día. Con mis eternas ganas de enamorarme, con mis eternas ganas de escaparme. Sin condiciones, sin reglas, sin razones. Que lo que se siente no se piensa, y a veces el corazón funciona mejor que la cabeza. Con mis caprichos, con mis incoherencias, con mis puteadas, con mi insistencia, con mis manias enredadas por donde sea. Con mis canciones en la guitarra. Con la voz afónica el domingo a la mañana. Con mis vestidos cortos y mi impuntualidad desmesurada. Sin "peros" ni "sin embargos", no es un aviso es sólo que no puedo hacerme cargo. Con mi lunar al lado de la boca, y los otros en la espalda. Con mis ojos tierra y la mirada aniñada. Con lo simple, y también con cada una de mis partes complicadas.

Solo por hoy


Que apagues la luz, que la sordera de las ambulancias en las avenidas, que la gente es chusma y poco amiga, que el apuro por llegar a la oficina, que las baldosas flojas que salpican, que no hay miradas encontradas, que la calle está aletargada, que las familias marginadas, sin casa, sin comida, sin agua, que los papeles en el piso, que el humo del cigarrillo intoxicándome los sentidos, que la cartera apretada y los ojos en la espalda, que la Blackberry tatuada, que no te escucho, que qué te pasa, que los colectivos siguen de largo, que la gente está asustada, que la puta madre no hay subtes y la 9 de Julio está cortada, que perdón no lo ví, que no gracias, que otro día, hoy estoy a las corridas, que dónde está el cielo, que me tienen los ovarios por el suelo, que las palabras desubicadas, que el veinte por ciento de descuento, que ahora no puedo, después te cuento por mensaje de texto, que la mala onda, que no se termina más la cola, que uno de estos días, que me decís la hora, que no tengo cambio, que cada vez hay más autos, que cerrá la ventana y poné el seguro, que por Florida no se puede caminar, que pará con la bocina, que se agarraron a piñas, que no hay más súper solo nos queda fangio, que el teléfono sonando, que ¿cuánto?, que hace calor, que para qué la transpiración, que dale que no tengo todo el día para vos, que dónde dejé las llaves, que necesito un poco de aire, que si puedo te aviso más tarde, que me robaron la billetera, que la seguridad es una mierda, que la gente se habla a los gritos, que la competencia, que me duele la cabeza, que hay piquete, que el odio entre los dientes, que si hay inflación que no se note, que ¿dónde? que no hay monedas, que la droga en las veredas, que la gente es ambiciosa, que no me queda otra, que no llego a fin de mes, que igual que la otra vez, que el taxista está enojado, que el alquiler por adelantado, que el trabajo de cartón, que qué pasó con el gracias y el por favor. Basta. Sólo por hoy.

Cosas simples


Para mi la felicidad es bailar sola cuando me despierto, es oler los jazmines de la mesa de la cocina y abrir la ventana y que el aire fresco me lave la cara, es reírme con mis amigas hasta que nos duela la panza, es ser un poco nómade y vivir de casa en casa.

Para mi la felicidad es subirme a la bici y pedalear hasta donde me den las ganas, es volver a leer una carta, es empezar un libro y compartir con papá unas copas de vino, es sonreírle a un desconocido, es comer helado hasta dejar el pote vacío.

Para mi la felicidad es la ropa recién lavada y planchada sobre mi cama, es dar un abrazo hasta volver a sentir la calma, es un vaso de jugo de naranja recién exprimido a la mañana, es escuchar la voz de mi hermana y dormir una siesta los fines de semana.

Para mi la felicidad es un pedazo de tarde con él, asomados a la terraza de Arcamendia, sin apurar el atardecer.

Olivia y Juana



De los días en los que en un momento se vive una vida, Juana salió sin apuro de la oficina con dos horas en blanco abajo del brazo y su agenda improvisada con birome azul en una palma de la mano.

Nunca le gustó el mate, pero sí la parte de despatarrarse en un banco de plaza, y respirar un pedazo de tarde, escuchando los ecos de las voces de sus pares, para quedarse al fin sola con el cielo, el banco y el aire.

Pero ese martes de mates vacíos no siguió emanando el mismo sabor aburrido.
En el camino de tapitas de colores y piedras partidas, apareció una cara conocida y Juana no pudo evitar llamar desesperadamente a su amiga Olivia, la de patas largas y mirada pícara.

No es la primera vez que le tocaba oficiar el papel de espía; igualmente ella lo disfrutaba y se hacía la disimulada, mientras las dos se reían en el teléfono sin darse cuenta de que estaban a sólo tres cuadras de distancia.

"Dale, corré hasta Callao y Juncal, que estoy esperando el bondi. Apurate que llego tarde a la facultad!" Y Juana se olvidó de que era Sherlock Holmes y apuró los tacos de madera esquivando a la gente seria por las veredas.

En esos momentos uno se da cuenta lo mucho que vale la pena el abrazo de una amiga, de esos que reconfortan, sostienen y hacen más liviano el día. Aunque dure sólo un cuarto de minuto, son esos momentos los que que van midiendo la vida.

"Ay, llegaste justo! Ahí viene, subite conmigo! Dale, vení !" (????!!!!)
Y tomaron el té por un peso con veinte, descorchando las historias del fin de semana, contagiándose la risa y acordándose de sus épocas de casadas.

"Dónde estamos??? Me tengo que bajar ya!!" le dijo Juana.
El 37 la dejó en una calle por Plaza Italia, en donde se encontró con un par de ojos verdes en una camisa a rayas. Y se volvió a Recoleta apurada con su nuevo amigo ( que estaba más bueno que el asado del domingo)

La tarde fue de viajes en colectivo, y Juana y Belisario, hablaron media hora sin verguenza hasta el cansancio. Pero ya tenían que despedirse. El se tomaba un avión a Tucumán: esos ojos verdes tenían novia finalmente (no lo dijo hasta que se tuvo que bajar)

Y Juana.... Juana se rió sola, le mandó un mensaje a Olivia y preguntó la hora; ya eran las 8 y cuarto. Se fue corriendo a su clase de canto, con su hambre de vida y todos sus otros mambos.

Al lado del camino


Al lado del camino, el mismo camino por el que voy cantando con Fito.
Me pasa la tarde, y pasa la gente, los ruidos, la locura porteña, la ansiedad empuñada de todas esas mentes de saco y corbata, las veredas rayadas de humo y las miradas desencontradas.

Y me pasa el sol de reojo en el living de los rulos más famosos,
mientras salto a la rayuela de la mano de una Margarita inquieta,
que se le escapa la risa entre los dientes cuando corre a buscar los caramelos en mi cartera,
y me hace olvidar que todavía es lunes,
y me hace acordar que la vida es un juego y que a veces está bueno romper las reglas.


Para bien o para mal

Algunos hombres hacen mal.
Es algo que la intuición femenina sabe olfatear, sin embargo la mayoría de las veces preferimos no ladrar, y seguir sumisas sin protestar, regalando oportunidades en cantidades, convenciéndonos que somos dueñas de un amor sin etiqueta y sin patentar.

A mi me pasó, y el anteúltimo beso me costó una intoxicación (sin oficina, sin kilos, sin besos, con cama, con culpa y confieso que pude sacarme el mal de hombres, no sólo de la cabeza, sino hasta de los huesos)

Y hoy mientras manejaba y el agua se apretaba contra la ventana, me acordaba de esas épocas, en las que llevaba el amor con correa, y lo paseaba por donde sea, pero sin soltarlo y arraigado de orgullo y recelo en la palma de mi mano.

Es absurdo hacer perdurar lo que no vale la pena, como las parejas por comodidad o por seguridad. Dolly ya entiende de hombres que hacen mal, y prefiere divertirse mientras pueda y disfrutar del presente, que es lo único que no la desespera.

Por mi parte no puedo quedarme quieta. Y si no me regalan jazmines o todo sigue su curso sin días espontáneos ni sorpresas, no voy a conformarme con alguien sólo por las apariencias.

A mí dejame con los hombres que hacen bien.
Los que se la juegan,
Los que me buscan hasta el cansancio,
Los que no conocen días y horarios
para las salidas, los mensajes y la adrenalina.
Los que me agarran de la cintura con fuerza y con ganas,
Los que me miran a los ojos y me dejan embobada,
Los que se acuerdan de los detalles,
Los que no se preocupan por los talles,
Me quedo con esos;
Los hombres simples, los que van al frente,
de bermudas y ojotas,
que la reman aunque les cueste.

Something about Juana


Juana es distinta. No encaja en el molde rosa de Lady Di, más bien es un crisol impredecible, con algo de Madonna y otro algo de San Francisco de Asís.

Camina a los tropiezos y a las corridas, y cruza en verde las avenidas, a mitad de cuadra, esquivando las hormigas para no pisarlas.

Come adelante de los hombres, sin problema ni verguenza. Se lleva a la boca un pedazo de pizza de un tamaño importante, de esos que en la mesa familiar a Malala no le resultan ni un poco agradables.

Le tiene fobia a las cucarachas, pero cuando se cruza con alguna no grita ni patalea como jardín de infantes malcriado. Aunque el miedo la deja petrificada y tiene que llamar a su hermana para que la haga desaparecer a sus espaldas.

Sus vestidos de flores y bolados pueden demostrar lo contrario, sin embargo está a kilómetros de distancia de ser Princess Juana.

Le habla a cualquier ser humano que aparezca en su camino, más que nada en el ascensor, cuando no juega a aguantarse los siete pisos la respiración. Lo malo es que a veces el ser masculino lo interpreta como una oportunidad de "levante", y ni se imagina que Juana lo hace de inocente, porque es inquieta y porque le da curiosidad lo que pueda haber adentro de las bolsas que cuelgan de las manos de esa gente.

Juana es más simple de lo que parece, y no le interesan los chismes ni los típicos programas de la tele.

Le gusta la creme brulée y los cristales en las arañas, pero prefiere acostarse descalza, en el pasto recién cortado, con una cerveza y su guitarra.