Siempre me gustó mirar el cielo. Me fascina la forma de las nubes. Más las del invierno, que son muchas y dejan espiar el frío. El contraste del verde fuerte de los árboles. Me enamoro de cada atardecer. Ese momento en que todo queda naranja y rosa y los colores no pueden describirse. Me emocionan las estrellas infinitas. Puedo quedarme una noche entera mirando eso que llaman luna llena. Los rayos de tormenta desde la terraza de la casa de Córdoba. O el primer momento del sol atrás del mar, y la arena en los pies.
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