Run Forrest, run.



La maratón del domingo sobre Figueroa Alcorta
fue lo más parecido a mi amor de sobra reprimido,
escondido en palabras enamoradas de patas cortas,
esperando para salir corriendo desde adentro mío.

Pedaleé con los cambios rotos durante más de una hora,
al galope de esas mil almas transpiradas de sol y sombra.
Ellos empapaban de esfuerzo el asfalto y olían a libertad,
a desapego, a lechuga fresca, a ganas de no abandonar.

Mientras, yo sonreía despreocupada rodando en primera fila,
a gusto con la música en mis oídos haciéndome cosquillas.
Cuesta arriba, cuesta abajo, sin dejar de pedalear,
contagiándome la energía de los competidores del lugar.

Intenté cruzar con mi bicicleta al otro lado de la avenida
pero el entusiasmo de las zapatillas corría como estampida.
Eran imposibles de frenar, de separar o debilitar,
como la escena de Forrest Gump, inalcanzable, sin final.

Decido dejar mi bicicleta en un árbol de la vereda,
y cambiarla por mis Nike blancas y ajustadas.
Sin pedir permiso soy una más entre todos los demás,
y corro, me pierdo, sin cansarme, sin llegar a ninguna parte.


Dejo que el viento de enero se lleve mis miedos, 
mientras mi espalda respira liviana un pedazo de cielo.
Y mis piernas apuradas no conocen la espera,
sólo quieren seguir corriendo hasta la meta.

Corriendo con el pelo atado y la cara lavada,
pisando con decisión pero despreocupada,
sintiendo la fuerza de los músculos desmesurada,
llenando de energía la avenida con cada pisada.

Lola y Juana


Juana sale de su casa impecablemente perfumada, pero se olvida las llaves en la heladera, al lado del pan integral, y no apaga las luces, ni carga la batería de su celular.


A Juana le queda bien el mes de Septiembre y el sol de Plaza Francia caminando a media mañana.


Camina apurando las patas flacas y las caderas brasileras que son su marca registrada, y aguanta la risa cuando la ventana de Bensimon le grita "Chau bombona, qué pedazo de morocha". Pero también se marea de amor cuando aparece él, que no tiene nombre, y usa bermudas y el pelo despeinado. Se chocan las miradas de los dos y sin darse cuenta se le escapa Tom, el perro, hasta Junín y el cementerio.


Juana llega a las corridas a la oficina, es que siempre se encuentra con Jose Bazterrica en la esquina, y se ríen y se sientan tranquilas en las nubes tan cómodas del mediodía.


Al fin son las 6, que no se le pase la hora del té.
Saluda a Carlos en la puerta de Ayacucho y le regala la sonrisa más linda del día, sólo porque le hace bien cruzar esa puerta y subir los cinco pisos por escalera.
Y esas dos horas son sagradas, como el nesquik y las tostadas.


Juana no sería ella sin Lola, su aliada a la locura más encantandora. Su misma sangre en distintas venas, su escondite de secretos, su diario íntimo de glorias y penas, abierto de par en par sobre la mesa.


Y aunque la heladera esté siempre vacía, aunque no escuche el timbre, aunque se cuelgue con la computadora, Juana la adora.
Hablan hasta el cansancio, se ríen hasta el llanto, se aconsejan, se putean, se acompañan, toman champagne, hablan en francés y comen vainillas, salpicando la madera roble de migas y de historias vivas.


Juana se prueba los zapatos de taco altísimo, se mira en el espejo y se los lleva para el próximo casamiento. Mientras, ella, con sus rulos platinados y los pies envueltos en leopardo le cuenta que fue a ver Concha del Río Cabaret y que no se dio cuenta y se tomó dos botellas de vino malbec. Juana la entiende porque hablan el mismo idioma, y sobre vinos y noches ya compartieron demasiadas copas.


No me digas que ya son las 8. Juana se tiene que ir corriendo, porque canta y comparte el placer de la música con otros cincuenta locos.


Lola, con el rímel resacoso en cada pestaña de sus ojos, le dice:"Esperá, que me falta la parte más importante.. me lo crucé en el pasillo, le sonreí y le dije... buen día.."


Juana se tienta de risa y toma el último sorbo de champagne mientras cierra la cartera a las corridas.


Y las dos se abrazan, con fuerza, sin querer soltarse, y siguen riéndose en la calle de Buenos Aires, hasta el fin de semana que sigue o hasta el próximo martes.

Lo que el viento se llevó.



Quiero renunciar a todo lo que hace morderme los labios con impotencia y bajar las cejas.
Así como renuncié a Sociología del Derecho no sólo por lo engorroso del contenido, sino porque era un tanto incómodo quedarme dormida una hora en frente del profesor.

Esto también me parece aburrido. Me cansé un poco. ( y otro poco de vos).

De las idas y vueltas, de los desencuentros, de las palabras mudas, de las excusas, de la valentía en extinción, del ruido y las pocas nueces, de las veces sin conclusión, de escuchar tantos viajes la misma canción.

Me aburrí de regalarte mi sonrisa como garantía, me aburrí de las escenas de película, de los intentos de seducción, me aburrí de los días sin chocolate, de las noches con los mismos finales, de las tardes sin sol.

Me irrita hasta el cansancio que todavía haya cosas que sigan dando vueltas en mi cabeza, y por más que intente dejarlas de lado me tiran del pelo y reaparecen sin aviso previo.

Es como seguir usando ese par de zapatos divinos, pero que hace ya varios años te quedan chicos. Y te aprietan los dedos chiquitos del pie, (y el dedo gordo también) y caminás incómoda, disimulando la cara de dolor, buscando encontrar en alguna vidriera vintage otro par de tacos, mismo modelo, mismo color.

Vuelvo a repetir. Me aburrió.

Por eso hoy no lo dudé dos veces, y apretujé todo ese aburrimiento en un respiro y lo solté de una buena vez. Para que se haga cargo el viento, y se lo lleve lejos hasta que no pueda reconocerlo. Total no es mío, nunca lo fue.

Y la verdad, ya no lo quiero.

A mi manera


Estoy acostada en mi cama con el sol de domingo espiándome por la ventana y la noche anterior desparramada por el piso, entre el encaje color crudo con lunares de vino blanco, los tacos gastados, los mensajes inconclusos y el registro del auto a 180 apretado en la mano. Quiero levantarme de un salto, pero todavía escucho los restos de tu voz. Me divierte, aunque prefiero Matt White en el ipod, y cambiarte por "Love", mientras me río de mi ojos desalineados y tus escenas de amor entrecortado. Son las 12 y cuarto y tengo algo de Ilsa Lund en Casablanca y otro poco de Penélope Cruz en Alta Sociedad, sin prejuicios, sin culpas, sin corpiño, sin edad. Es que me sienta bien el maquillaje de muchos personajes, dependiendo de mi humor, aunque siempre juego a ser yo disfrutando de mis errores más que mis canciones.
Así aprendo a vivir a mi manera, al límite entre metidas de pata, en sueños, a las corridas, desorientada pero sin miedos, desbordando las ganas de abrir los ojos cada mañana.

Sin hawaianas


Dejame vivir sin horarios, sin relojes, sin lunes, sin calendarios, dejame flotar un rato más en el agua, mientras rompen las olas, y me pierdo entre el silencio de mi boca mojada de gotas saladas. Dejame como estoy, sin luz artificial, sin hawaianas, sin celular. Que todavía hay miedos y ansiedad ahí afuera, y prefiero seguir en calma, en lo simple de este lugar, con mis pies descalzos, aunque se llenen de arena y barro, mi pelo suelto y despeinado, con la alegría de las calandrias, con mi luna llena hamacándose sobre el reflejo del mar, la cerveza fría y el tequila del bar, las estrellas escondidas y mis ganas sueltas de amar.

Hide and seek

I will grow up one day.
But not have to be today.

Juana, la loca


Juana está llena de contradicciones. No entiende de lógica y pocas veces amanece sobria. 


Rechaza cualquier tipo de hipocresía y es ilusamente vulnerable a las mentiras. No es amiga de la Coca light ni de su vecina, los gatos la ponen nerviosa y también las ideologías. No tolera a las parejas acaloradas de su facultad y bienvenido mal humor si se te ocurre hablarle mal ( o cambiarle los libros de lugar)

Juana es caprichosa. Hasta el cansancio. 


No usa agenda, a lo sumo anota algo en la palma de su mano, aunque vive obsesionada con el calendario.


Pero hoy se despertó sonriendo, con el helado de chocolate amargo derretido en su mesa de luz. Y aunque afuera llueva un río de lunes aburrido, Juana se viste de abogada, se pinta las uñas de rojo y le agrega dos hielos al gin tonic de la mañana.