Cuando pensaba que primer grado era algo de grandes y serio, unos moños rosas sentados en el banco de adelante se dieron vuelta y me sacaron la lengua. Cuando en mi primer prueba casi desespero porque me faltaba esa palabra que no podía acordarme una voz en secreto me dijo "balloon, con b larga". Cuando no nos dejaban dibujar las tapas de los cuadernos ella sacó su lapicera y anotó mi número de teléfono en la tapa de su cuadernos de lunares. Cuando nos gustaba el mismo chico no la complicamos: un mes era mi novio y otro el de ella. Cuando se me movía un diente por semanas y no se caía improvisamos el sillón del dentista en el inodoro del baño de su casa. La paleta me creció torcida y así quedó. Usar brackets para enderezarla sería borrar de mi cabeza el ataque de risa eterno que tuvimos esa tarde después de ver mi diente en el piso. Cuando mi abuelo dejó de respirar y la tarde sólo tenía ese gusto a las lágrimas apretadas en la garganta, una voz del otro lado del teléfono me invitó a tomar el té. Y después de un nesquik con chocolinas trajo una caja con disfraces de lentejuelas, colores de rumba y vestidos muy largos, nos pintamos los labios de rojo y llenamos el espejo de besos. Cuando no me animaba a hablarle al chico que me gustaba, ella me organizó una pulseada improvisada con él en el recreo. Se la gané, y en el segundo recreo me preguntó si quería ser la novia. Cuando en el medio de la misa de la primera comunión me concentraba por seguir todos los pasos protocolares que nos habían enseñado, a Mercedes se la cayó la vela prendida y casi se le prende fuego el vestido blanco. Lupe se dio vuelta aguantándose la risa para encontrar mi mirada cómplice. No pudimos retener la carcajada. Cuando volvimos de Chascomús y yo me traía esos peces en un frasquito, ella moría de asco, pero se sentó todo el viaje conmigo y los puso en sus manos cuando me quedé dormida. Cuando fui al primer baile del colegio ella me pintó las uñas de violeta y me regaló su brillito de labios. Cuando vimos un lagarto en Entre Ríos fue un alivio que mi grito no fuese el único desubicado. Cuando no sabía cómo dar un beso con lengua sus palabras dejaron en suspenso todo el terror que tenía "te va a salir natural, es como cuando sos chiquita y hacés pis por primera vez en el inodoro". Cuando pensaba que los secretos eran personales ella sacó de abajo de su cama un cuadernito de flores con un candado y me leyó cada página de su diario íntimo. Era más ocurrente y entretenido que cualquier novela de Cris Morena. Cuando estaba segura de que mi mundo era mi mejor amiga me soltó la mano por un tiempo y pegué el estirón (físico, mental y espiritual). Cuando me fui todo el verano a Europa y no estaba enterada de lo que pasaba del otro lado me llegó una carta de colores con todas las novedades amorosas que me interesaban y las noticias del espectáculo también (como la muerte de Rodrigo, por ejemplo). Cuando en el campamento de la playa preguntaron quién se había comido los chocolates de la cocina y nadie confesaba el delito no sé cómo hice para aguantarme la risa mientras Lupe trataba de disimular su cara de culpable. Cuando las clases de Geografía podían ser lo más aburrido del planeta me dolía la panza de la risa con sus comentarios y sus improvisaciones en el medio del aula. Cuando no nos alcanzaba el tiempo para estudiar Biología no era un dolor de cabeza: nos dividíamos los temas y cada una hacía la mitad del examen que le faltaba a la otra. Cuando estaba enferma y faltaba al colegio me bajaba toda la fiebre con uno de sus llamados contándome los detalles más divertidos del día. Cuando me gustaba ese chico más grande no dudó en hacerme la segunda con el amigo para que pudiera verlo. Y terminó sola en un living lleno de hombres jugando al "Yo nunca". Cuando volvíamos de las vacaciones y no había mejor momento que esas últimas tardes de calor en febrero hablando y contándonos todo como si el tiempo no pasara nunca. Cuando sólo nosotras dos podíamos tentarnos de risa en las situaciones más incómodas y morbosas. Cuando nos mirábamos y ya sabíamos lo que estábamos pensando. Cuando me caí por las escaleras del boliche en Bariloche y le dije que me había empujado Manuel, me siguió la corriente y nadie pensó otra cosa. Cuando nos cortamos el pelo con forma de casco y ninguna se daba cuenta lo mal que nos quedaba. Cuando le dije que ella tenía que seguir Administración de empresas y ella me dijo que yo tenía que seguir Medicina. Terminamos las dos estudiando Abogacía. Cuando me puse de novia y todos esos miedos me daban vueltas en la cabeza no me faltaron las palabras de Lupe tranquilizándome. Cuando después de muchos años ya no era más novia y lloraba viendo Posdata te amo a las tres de la mañana, Lupe me atendía el celular y hasta no escucharme la voz entera y hacerme reír no cortaba el teléfono. Cuando me caí de la bici en Salta ahí estaba su mano tentada de risa ayudándome a levantarme. Cuando volaba de fiebre en Tilcara y me daba miedo quedarme sola en esa casa, todas fueron al boliche y ella se acomodó en la cama para quedarse a ver Brothers and Sisters conmigo. Cuando era su cumpleaños número 22 y estábamos viajando en un micro destartalado a las cinco de la mañana en el medio de Ecuador, con sueño, con resaca, sin luz y con hambre y en vez de ponerle mala cara se reía en cada curva que casi nos dejaba sin vida y contagiaba buen humor puro. Cuando me quedaba dormida las noches de estudio en el playroom de su casa y ella seguía leyendo y hablando en voz alta y me despertaba para el último esfuerzo hasta saber todo. Cuando fue la única amiga que le conté lo de mi espejo lleno de los mil post it y no se lo contó a las demás. Cuando fue la única amiga a la que no le conté lo de J.O. y lo sabían todas las demás. Cuando quería ser invisible o desaparecer y me dijo que cuanto menos me preocupara por lo que dijeran los demás, más feliz iba a ser. Cuando aparecí el domingo a las 11 de la mañana en su casa después de esa fiesta y nos sentamos a desayunar, y todo mi drama queen amoroso lo hizo desaparecer con un té calentito y tostadas con dulce de leche. Cuando no la veía entre la gente en la entrega de premios del concurso literario y enseguida apareció para sentarse al lado mío y darme un abrazo. Cuando me angustió mi crisis facultativa y le solté con llanto y todo ese mambo por teléfono y de la manera más simple hizo que se fueran aclarando todas las dudas en mi cabeza. Cuando extrañé mucho a Dafne y me acordé que Lupe también era mi hermana.
Background music
Todavía no puedo hacerme la idea de que no voy a vivir para siempre. Que hoy a la mañana escuché la música del despertador y abrí los ojos. Y podía ser la última vez. Que esto que llamamos vida tiene gusto efímero. Que las tostadas con manteca y dulce de frutilla. Y el árbol de la plaza de Vicente López. Y las gotas de agua en el pasto recién cortado. Todavía no entiendo cómo el corazón puede dejar de latir de un segundo a otro. Que el aire en los pulmones sea tan frío que duela. Que la sonrisa se vuelva una foto en blanco y negro. Y que nunca más. Todavía me hacen falta esas personas que despegaron los pies de la tierra. Es que todo pasa por ese momento en el que el tiempo deja de existir cuando ya no hay tiempo de seguir respirando. Que las luces de una noche nos despiden. De todas las noches. Que estamos de paso y no hay después. Que lo que importa es haber amado.
Alguien Borges
Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
El remordimiento Borges
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
El amor después del amor
Están esas personas que uno siente que conoce de toda la vida. Son muy pocas. Hay una de esas personas que hace que los lunes tengan gusto a chocolate y yogurt con zucaritas. Que me espía de reojo en el medio de una película y me contagia la risa en el teatro. Una de esas personas que le hablo de dudas y me aclara todos esas inseguridades con un beso. Como los que leo en las novelas. Que me deja el sweater con su perfume y me dan ganas de tener esas mangas largas tapando mis manos todo el día. Una de esas personas de las que hacen bien. Que cuando me abraza fuerte no hay otro lugar en el que quiera estar. Una de esas personas que no conoce el mal humor y es pura sonrisa. Que me hace sentir cómoda. Siempre. Una de esas personas con las que disfruto lo simple de ser feliz. Que no tengo que impresionar. Que me quiere aunque tenga las piernas chuecas y esté un poco loca. Que no acepta una cara preocupada y hace que con un ataque de cosquillas me olvide de todo. Una de esas personas que me pregunta, me cuenta, me mira, me invita, me busca, me habla, me lleva, me sorprende, me alegra, me cocina, me espera, me sonríe. Una de esas personas que me despreocupa de todo lo demás. Que me empalaga de chocolates y besos. Que se acuerda de esos detalles ínfimos. Que me devuelve esas ganas perdidas de confiar. Una de esas personas por las que vale la pena dejar a un costado todos esos miedos innecesarios y volver a decir te quiero.
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