Les yeux bruns des nuages


Los ojos de él son marrones. Chinitos cuando se ríen, que es la mayor parte del tiempo. Pero ayer me agarraron la mano, las dos manos. Y me miraron grandes y más marrones que nunca una de las últimas tardes de Diciembre. Hoy dejo esos ojos marrones en Buenos Aires, y los espío de a ratos por la ventana ínfima del avión, pero que alcanza el cielo entero. Desde las nubes eternas y dormidas no hay dimensión lógica, y pienso, puta madre. Me faltan las palabras y las pocas que me quedan las tacho fuerte con birome azul. Es que es todo desde ahí arriba, todo lo que pasa cuando tengo los pies en la tierra, todo lo que dejo en su lugar. Y el amor, primero. Volver la memoria de mujer veinteañera al primer día con él y reírme de las casualidades tan perfectas. Perderme en las nubes, un rato más. No sé cuánto, no sé si el tiempo pasa igual de rápido ahí arriba. Pero esos ojos marrones comienzan a extrañarse. 

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