Boquitas pintadas


De papel corrugado son los días de verano en el calendario.
Se derriten los domingos de rouge en los pliegues de mi almohada,
se entrecruzan las curvas de mi boca obsesionada.

Me despierto y me acompaña Cumbres Borrrascosas,
capítulo dos, el de las rosas.
Perdí mi remera blanca entre las sábanas,
y el rosario italiano todavía duerme al costado de mi cama.

Diciembre, son las 10 de la mañana,
de libros entreabiertos, noches de terraza,
partes de vida, boquitas pintadas.

Strawberry fields forever




Inesita esconde la risa atrás de un bowl de frutillas y nos pasa la madrugada de Diciembre, entre las copas de agua con hielo y dos historias de amor. Todavía nos quedan partes de ellos dando vueltas, mezcladas con viento de río y calor de tormenta. Hay una parte de luna llena del otro lado de la ventana. Acurrucada en su pijama blanco Inés me confiesa que nunca le gustaron los fuegos artificiales. Ni en navidad, ni en fin de año, ni en el campo. "Es como en las películas", le digo. "Si les pedís un deseo se cumple. Siempre". Me voy a dormir con los besos de él en la cabeza. Me acuerdo del pelo despeinado y su mano en mi rodilla lastimada. Sus ojos en esa calle de San Isidro de cervezas artesanales, y su abrazo, que era todo, abajo del árbol.  

Me caigo y me levanto


No es la primera vez. Ya tengo el título de experta en caídas. Y de las más graciosas y rídiculas. Cuando cumplí mi primer año de vida y hacía mi mayor y más prolijo esfuerzo por manterme rígida sobre mis dos piernas cortitas y gorditas, siempre estaba mi hermano ahi atrás, esperando a escondidas para el empujón final y dejarme en el piso llorando desentendida. A los 5 mi curiosidad innata me hizo resbalar y terminé adentro del inodoro.. (Con vestido nuevo y todo) A los 8 mi papá me llevó a conocer la casa del árbol que había hecho en el jardín de Córdoba. Nunca me llevé bien con las escaleras; perdí el equilibrio y me estampé de cicactrices contra las piedras. A los 10 años mis hermanos no tuvieron mejor idea que usarme de conejillo de indias, y llenaron la cancha de tenis con cáscaras de banana y canicas. Terminé naranja. Y bastante dolorida. A los 15 corrí a mi hermana por toda mi casa para recuperar mis aros dorados. Nadie me avisó que los pisos estaban recién encerados.. Me fui de pera al piso. Sí, de pe-ra. Fue la única parte de mi cuerpo que golpeó la madera. Vi las estrellas. ( Y a mi hermana, descostillada de risa, sólo la quería ver muerta) A los 18 juro que no fue de torpe. Fue culpa del alcohol y el descoque-Bariloche. Me caí rodando por las escaleras.. Pero salí ilesa. Por suerte siempre se salvaron mis huesos y sólo sufrí los golpes y los moretones de recuerdo. A los 20 me caí de la bici. Mejor dicho aterrizé en la calle de piedras y por tres días no pude mover la pierna derecha. Lo peor de todo es que ni siquiera estaba andando; me caí quieta, esperando. A los 21 me caí de un remis. Pero no me di cuenta. Aunque mis amigas dicen que me tiré yo sola, por la puerta. Por suerte el chofer sólo iba a 30. A los 22 rompí una hamaca paraguaya y mi espalda quedó tatuada de manchas violetas, arena y rayas. A esa edad también me caí jugando al tenis. En verdad fue antes de empezar a jugar, en el momento de sacar. No sé cómo pero en un segundo fui el mejor chiste de todos y terminé en el polvo de ladrillo, de cara al piso con mi profesor al lado totalmente sorprendido. Y a los 23 pensé que zafaba, pero veo que me equivoqué. Fue ayer, con él. No sé si hecharle la culpa al calor sofocante, a las ocho caipirinhas que nos tomamos a las seis de la tarde o simplemente a la torpeza de mis pies andantes. Encima estaba por darle un buen beso de despedida y en vez de eso terminé dándoselo al cemento lleno de hormigas. Me costó un golpe de lleno en la rodilla, el dolor desorientado y en el medio, la risa. Después vinieron la descompensación, el casi desmayo, el azúcar, y la Seven Up. "Tomátela toda que te va a curar loquita, nunca te lo explicaron en la clase de Química?" Yo entendía la mitad de las palabras y sólo quería saber por qué siempre termino de culo, de pera, de rodillas o de espalda. Y acá estoy sentada, con la pierna en reposo, bañada en hielo y apretada por una rodillera muy poco canchera, las radiografías en la cartera y mi historial clínico listo para alguna nueva caída sin aviso ni explicación médica.

Desde Colombia, con amor.


Conocí a un señor colombiano, de camisa sin botones y sonrisa blanca. Después de invitarme a un Campari Red me dejó un recorte de papel sobre la barra de madera gastada: "Ama intensamente. Ama con todas tus fuerzas y todo tu ser. Sino no vale la pena, que la vida es corta y se hace larga la espera. Y si estamos a medias de nada sirve. Ama de la mejor manera y sonríe, aunque nadie te vea". Se fue silbando. Pasó su perfume Armani por la puerta verde, y mi mundo al revés.

Locura mía.


Que estoy un poco loca, eso no es noticia. Yo prefiero esa locura y no el disfraz de una mujer insulsa, de las que todo por fuera. Todo bien, pero no tengo nada que ver. Aunque sobren los psicólogos, creo que es la razón por la cual nunca me analicé. No quiero confiarles mi locura a cambio de billetes; es mi materia prima para llenar de tinta esta servilleta de papel. Y al que no le guste, a cantarle a Gardel. Locura mía, nos llevamos bien. Quedate conmigo hasta verme desaparecer.

Veintitrés


Vida, margaritas blancas, lágrimas de virgen.
Vida de otras vidas reencarnadas.
Desalmada.

Vida, orilla de arena, viento y marea.
Hay algo más profundo que el mar y es el cielo.
Desaparecen los miedos.

Vida en blanco, la tuya, la mía.
Hay caminos que llevan lejos y a lo largo.

Los que se quedan, los que se fueron.
Vida de puño y letra, sin ensayos, no hay espera.

Vida, desparejas coincidencias.
Autopista o ruta de piedras,
cada uno elige a su manera.

Todas las vidas, mi vida.
Otras vidas, otros cielos, otras puertas.

Desmesuradamente incomprensible es el tamaño
del planeta que llamamos Tierra.

Vida raíces de árbol,
eterno seguir buscando.

Despertame si alguna vez elijo calmarme,
sólo cuento con veintitrés veranos.

No hay apuro, no hay cansancio.
Vida luz, de amanecer descalzo.

Lo que importa


¿Has sido feliz con las pequeñas cosas?


"En última instancia, el nombre y la fama carecen de importancia; lo único que cuenta a la hora de la verdad es cómo hayas vivido cada momento de tu vida. ¿Con alegría? ¿Como una fiesta? ¿Has sido feliz con las pequeñas cosas? Al darte un baño, tomar el té, barrer el suelo, pasear por el jardín, plantar árboles, hablar con un amigo o mientras estabas sentado en silencio con la persona amada o mirando la luna o simplemente escuchando el canto de los pájaros, ¿eras feliz en esos momentos? ¿Fue cada uno de ellos un momento de felicidad? ¿Irradiaba alegría? Eso es lo que importa".
Osho

A disfrutar


"No hay ninguna necesidad de saber hacia dónde estás yendo.
No hay ninguna necesidad de saber por qué estás yendo.
Todo lo que necesitas saber es si vas disfrutando,
porque cuando se va disfrutando no se puede estar equivocado"

Osho