Se derriten los domingos de rouge en los pliegues de mi almohada,
se entrecruzan las curvas de mi boca obsesionada.
Me despierto y me acompaña Cumbres Borrrascosas,
capítulo dos, el de las rosas.
Perdí mi remera blanca entre las sábanas,
y el rosario italiano todavía duerme al costado de mi cama.
Diciembre, son las 10 de la mañana,
de libros entreabiertos, noches de terraza,
partes de vida, boquitas pintadas.