Dafne


Recién hoy entiendo que no se trataba de los típicos caprichos. Ni de las constantes ganas de llamar la atención. Tampoco se trataba de jugar a la hija rebelde. No se trataba de ir al revés del mundo. Esos rulos rubios despeinados que clavaban con energía las manos gorditas en el borde de la bañadera y gritaban una especie de auxilio desesperado ya entendían que, el que iba al revés, era el mundo. Esos rulos rubios despeinados se llamaban Dafne y se escapaban como gato del agua con jabón. Se despeinaban todavía más en frente del espejo cada vez que imitaban mis bailes al estilo Xuxa. Yo pensaba que como era mi hermana más chica tenía derecho a copiarse de mi. En todo. Por suerte no lo hizo. Un día se cansó de ponerse las botas altas de mamá y bailar como brasilera. Se paró en su sillita alta de madera y mimbre y frunciendo la cara entera dijo que odiaba su nombre porque todo el mundo se lo preguntaba como cuatro veces. Qué iban a saber los rulos rubios despeinados que ese nombre de origen griego significaba nada más y nada menos que "triunfo". Dafne era inquieta hasta el cansancio. Pocas veces lograban bajarla de su bici de tres ruedas de la que siempre llevaba colgando latas de Coca vacías, sogas o sapos muertos. Se sacaba toda la ropa que mamá le ponía con una paciencia infinita. A los tres años ganó el primer puesto en el concurso de disfraces del Country. Claro, estaba desnuda. La perfección maternal le duraba el click de una foto.  No se cansaba de preguntarme si los bichitos de luz eran, en realidad, estrellas muertas. Lloraba cada vez que veía un animal muerto en la ruta. Esos rulos rubios despeinados siguieron haciendo de las suyas. Llorando y pataleando y haciendo lo imposible por conseguir lo que querían. Creo que lo único que no pudo conseguir fue a Toto, el chancho más grande y ruidoso de un campo vecino. En todo lo demás, esos rulos rubios, que con los años se fueron emprolijando, ganaban en todo. Y a todos. Aunque se quejaba de sus piernas cortas, Dafne coleccionaba medallas en atletismo. Y corría con todas sus fuerzas, con la cabeza levantada, como queriendo burlarse del viento. Y ganó la maratón del club. Y más tarde el triatlón, con su bici de dos ruedas. Y después fueron los trofeos de golf. Y el primer premio en el concurso de dibujo. Tenía 8 años y era la más chica en su categoría. Se había quedado hasta tarde en la mesa del comedor terminando su dibujo. Era un mundo. Y todas las nacionalidades en miniatura agarradas de la mano alrededor de ese redondel azul y verde. A mí me encantaba la cantidad de colores que había usado. Y el chinito. Le había quedado genial. Cuando le dieron su premio no lo pensó dos veces: "le quiero regalar la mitad a los más pobres" Y le pidió a mamá que donara toda esa plata a una fundación. Dafne tenía muchos amigos varones. Pero estaba enamorada de Lucas. Un día le dejó una carta y un chocolate abajo del banco. Los rulos rubios que ya eran lacios, un día dejaron de ser tan rubios. Una tía decía que era por el agua de Buenos Aires. Pero Dafne no se conformaba con teorías inventadas y discutía absolutamente todo. Ya hablaba de las células y la metafísica. Y había aprendido la palabra "refutar". Y refutaba todo. La gente pensaba que no estaba del todo cuerda. A mí siempre me gustó escucharla. La gente tenía razón: no estaba para nada cuerda. Esa era la mejor parte. Me acuerdo de esa noche en Pinamar que preferimos las cervezas en la playa antes que el boliche que estaba de moda. Conocimos a Morris y hablamos de algo que no me acuerdo. Sí me acuerdo que había luna llena y que esa fue la mejor parte del verano. Dafne amaba los veranos. Y siempre quería quedarse a vivir en Córdoba. Y en Pinamar. Y en San Martín de los Andes. Y en O´higgins. En Europa creo que no. Sólo en Italia, porque en el jardín de la casa en la que estábamos había ardillas. No le importó terminar el colegio un año más tarde. O sí le importó, pero le duró algunas noches escondiendo las lágrimas abajo de la almohada. Dafne sabía que quería correr a su propio ritmo. Ese propio ritmo que también implicaba volver loco a más de un profesor cuando entregaba las pruebas en blanco o cuando tenía sueño y se dormía en el piso del aula. A mis papás les costó varias reuniones con el director del colegio. Pero mi hermana insistía a su manera. De la misma manera en que insistió en no hablarme durante dos años. Hasta el día que le solté la mano a mi primer novio y llegué llorando a casa. Y ahí estaba mi hermana, después de esos dos años de ser dos desconocidas. Me abrazó con todas sus fuerzas. Y se acostó en mi cama, al lado mío, toda la noche. Sólo se levantó cuando se terminaron los pañuelitos y el rollo de papel higiénico. Fue a buscar más. Y se quedó dormida abrazándome. Un día quiso dejar de ser rubia y llegó a casa con el pelo más colorado que un tomate. Le quedaba horrible. Pero le sobraba personalidad. De esa personalidad auténtica en peligro de extinción. Ese mismo día dijo que no iba a seguir la carrera de Bellas Artes. Que después de las vacaciones en Europa ella se quedaba unos meses más trabajando en Barcelona o en Atenas. "Y por ahí más adelante me voy a Africa, no sé". Ese no sé se convirtió en todas las vacunas con nombres raros, en tipear Kenya en Google, en empezar a leer los comienzos de la historia africana. Ese no sé se convirtió en la voz de Dafne temblando de miedo llamándome desde Grecia con los pasajes a Africa en la mano. Y esos rulos rubios otra vez despeinados se ajustaron adentro de un pañuelo verde y con una mochila más grande que su espalda aterrizaron en un pueblito de tierra de miradas distantes pero cercanas. Y cambiaron su bici destartalada por un "matatu" que la hicieron recorrer esas rutas de personas al costado del camino. Y subió una de las montañas de Malindi y cambió su sillita de madera por una piedra de las más altas para enamorarse de un atardecer. Y siguió caminando sin cerrar los ojos y se compró un vestido en la feria del centro pero siguió usando la misma remera durante días. Se encontró con todos esos chiquitos jugando afuera de las casas. Había uno que tampoco quería ponerse la ropa. Y durmió en la oscuridad de verdad. En una casa hecha de hojas de palmeras y caña, que tenía agujeritos en el techo y se podían espiar las estrellas. Y se despertó a las cinco de la mañana para ir a pescar. Y se abrazó fuerte con su primer amiga africana que se llamaba Sophie. Y siguió gastando la suela de las sandalias hasta llegar a encontrarse con todas esas sonrisas blancas en la escuela rural de Nairobi y enseñarles a pintar con pinceles y colores por primera vez. Y más tarde todas esas miradas perdidas por la droga en Malindi, absortas ante la paciencia inagotable en cada almuerzo y en cada charla. Después, el trabajo voluntario en Watamu con los animales del safari y la felicidad contagiosa en cada e-mail contándonos sobre los elefantes bebés, los leones, los hipopótamos y las chitas. Me contaba que por momentos quería salir a correr, pero algo la obligaba a sentarse en el piso de tierra de su casa. No tenía de qué correr. Ahora corrían ellos. Todos esos pies chiquitos de color negro y sonrisas infinitas que se acercaban a toda velocidad para jugar con Dafne. Para agarrarla de la mano sin querer soltarla, y hablarle en un idioma inentendible mezclado de risas tímidas que cada vez se hacían más fuertes y contagiosas. Para contarle los lunares de la cara y despeinarle otra vez esos rulos rubios como si recién hubiese llegado al mundo.

3 comentarios:

  1. me encanto que lindo sofi! besotes enormes. an

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  2. Es lo mejor escrito de mi vida!!!!!!!!!!! que linda vida que me das, que lindo que es tenerte en mi vida!!!!
    Gracias por esto y por todo, cada dia juntas de cada año. Desde que haciamos de xuxa (siempre pajita yo ejeem) hasta saber ir juntas de la mano en todo este tiempo. aclaracion: la chancha tota se lleva todos los premios!!!! ajajajaja q genia
    Me hiciste reir, llorar, amarte, extrañarte, querer estar ahi y sentirnos juntas como cuando me abrazas en la fotito de tu billetera. te amooooooo!!!!!! no puedo esperar a verte y no soltarte mas!!!!!!!
    gracias de nuevo, te amo como tota :)
    Dafni

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  3. hermoso! como las quiero!

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