En el baño del boliche


"La puta madre que te parió" escuchan las piernas flacas de todas las mujeres esperando en la cola del baño. No me puede estar pasando esto a mí. No en este momento por favor. Pero la evidencia se reía ante mis ojos desconsolados y mi boca de patito mojado. Fue en un segundo. Adentro de esas cuatro paredes claustrofóbicas. De puntitas de pie en el piso pegoteado de humo y alcohol. De repente escucho un "clacccc" profundo y delatador. No estaba haciendo number two, eso seguro que no. No quería espiar. Pero fue inevitable. Matame. Ahí estaba el celular. Mi mejor amigo. Muriéndose ahogado en el fondo del inodoro enemigo ¡¡¡¿Qué carajo hacías en mi bolsillo?!!! Encima ni siquiera estaba flotando. Dale Sofía, meté la mano. Qué asco. Finalmente lo rescato y salgo con el aparatito en coma cuatro y goteando. Empiezo el proceso de reanimación cardiopulmonar. Pero soplarlo y agitarlo no da resultado. Al quirófano. Lo abro al medio. Le arranco el pulmón cuadrado y mojado y lo doy vuelta. Sigue sangrando. Hay agua por cualquier lado. Dejo la batería a un costado. No la toques borracha, le digo a la de al lado. Es el momento. Cirugía a corazón abierto. Y ahí estaba. El minúsculo chip dejando de latir. Arrugado y desteñido. Indefenso y herido. Soplo otra vez y lo dejo secándose abajo de la máquina de aire caliente por un buen tiempo. No me molestes, secate las manos con papel higiénico, le digo a una que me mira con cara de perro. Recompongo cada parte de su cuerpo y con los dedos cruzados de una mano intento prenderlo. Dale, vos podés. Espero. Intento de nuevo. No hay caso. Los ojos me miran desde la pantalla empañada casi blanca. Sé que es la despedida. Voy a buscar a mis amigas. No puedo soportar el velorio sola y encima en el lugar de la muerte repentina. Todas me dicen que me olvide, que espere a secarlo al sol al otro día. Pero yo sabía que las aventuras de esta dupla habían conocido el fin esa misma noche. Y no había lugar para los reproches. A la mañana siguiente, lo predecible: el pobre estaba muerto. No podía salvarlo ni el mejor médico. No lo puedo creer. Estaba en su mejor momento. Pero todo pasa por alguna razón y tengo que admitir que, al final, el suicidio de mi celular no me vino tan mal. Ya me lo dijo Inés, que está bueno ser hippie por un tiempo. Lo acepto. Por ahí, durante ese tiempo, aprenda a atarme los dedos y logre evitar otra declaración de amor irreparable y vergonzosa por mensaje de texto…

2 comentarios:

  1. Si, me parece fantástico.
    Todo esto nos va a dejar grandes enseñanzas: nunca nos compremos un bb porque se nos pierden los teléfonos y hagamos un backup de todos los teléfonos importantes.
    Te digo que es bárbaro, yo por lo menos, hace mucho que no mando un mensaje derrapador.
    Te quiero sofunga!
    INESITA

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  2. JAJAJAJAJ TENIAS UN ROMANCE CON ESE NOKIAAAA!

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