Cómo puedo elegir las palabras para cada mirada. Miradas mudas. Miradas sordas. Pero que hablan por sí solas. Cómo puedo describir los mundos de esas miradas. Mundos desparejos que se encuentran a cualquier hora y en cualquier momento. Momentos grabados en el reflejo de las pupilas ajenas. Se pierden. Aparecen. Partes sueltas de un rompecabezas. Y entonces vuelven. Cuando cerramos los ojos, cuando dejamos en suspenso los pensamientos. Vuelven a nuestro recuerdo todas esas miradas perdidas, causales, buscadas, imprevistas. Y me encuentro otra vez con los ojos del bar de la calle Thames. Que no tienen nombre, pero sí una mezcla de inocencia y picardía con mucho gusto a hombre. El llega a la mesa y hay algo. Ella me dice "Sofi, mi hermano". Pero nuestras miradas todavía no se encuentran. Es que esos ojos de camisa a rayas tienen una cerveza en una mano y un vaso a medio llenar en la otra. Qué soberbio. Me da bronca. El sigue llenando su vaso de espuma con extremo cuidado. Lo miro medio de costado. Estoy sentada cerca de la puerta y el frío de la madrugada le gana por goleada a mi bufanda de lana. Deja el vaso y me da la mano. Entonces somos dos desconocidos. Pero no quiero separar mis ojos de los suyos. Lo más raro es que mi amiga vuelve a presentarnos. Y esos ojos marrones vuelven a darme la mano. Son esos momentos anónimos. Son las veces de una noche que ya fue. Miradas que no vuelven a encontrarnos. Y sin embargo están ahí. Coleccionamos todas esas miradas que nos dejaron "algo". Y no se repiten. Sólo puedo volver a vivirlas en mi cabeza, hasta que se olviden. Hasta que se pierdan de un trago amargo en la espuma de otro vaso de cerveza.
me parece a mi o yo estaba sentada al ladito tuyo en esa escena? habia una fuente de brownies de por medio??
ResponderEliminarhermosa de mi corazon! espero q andes mas que bien.... me encanta tu blog... sos lo mas soooofi!
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