Cuando el agua hace olitas en las esquinas del muelle. Cuando la madera todavía sigue tibia al final del día. Cuando los últimos reflejos de sol bailan con el río. Cuando las ramas de los árboles hacen ruido de hojas secas. Entonces me gusta cerrar los ojos y respirar ese pedazo de tarde. Sentarme en el borde del muelle. Apoyar las palmas de las manos en las tablas de madera y rascar los huequitos de tierra seca con la punta de los dedos. Dejar las piernas flotando en el aire y mojarme los pies. Quedarme así hasta que se haga de noche. Y un poco más también.
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