Something about Juana


Juana es distinta. No encaja en el molde rosa de Lady Di, más bien es un crisol impredecible, con algo de Madonna y otro algo de San Francisco de Asís.

Camina a los tropiezos y a las corridas, y cruza en verde las avenidas, a mitad de cuadra, esquivando las hormigas para no pisarlas.

Come adelante de los hombres, sin problema ni verguenza. Se lleva a la boca un pedazo de pizza de un tamaño importante, de esos que en la mesa familiar a Malala no le resultan ni un poco agradables.

Le tiene fobia a las cucarachas, pero cuando se cruza con alguna no grita ni patalea como jardín de infantes malcriado. Aunque el miedo la deja petrificada y tiene que llamar a su hermana para que la haga desaparecer a sus espaldas.

Sus vestidos de flores y bolados pueden demostrar lo contrario, sin embargo está a kilómetros de distancia de ser Princess Juana.

Le habla a cualquier ser humano que aparezca en su camino, más que nada en el ascensor, cuando no juega a aguantarse los siete pisos la respiración. Lo malo es que a veces el ser masculino lo interpreta como una oportunidad de "levante", y ni se imagina que Juana lo hace de inocente, porque es inquieta y porque le da curiosidad lo que pueda haber adentro de las bolsas que cuelgan de las manos de esa gente.

Juana es más simple de lo que parece, y no le interesan los chismes ni los típicos programas de la tele.

Le gusta la creme brulée y los cristales en las arañas, pero prefiere acostarse descalza, en el pasto recién cortado, con una cerveza y su guitarra.

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