María al diván


Hablemos de las empleadas que trabajan en las casas. De esas mujeres tan desesperadamente necesarias. Hablemos de Mc Mery, como le dice mi prima Lara, la que cocina hamburguesas caseras en vez de empanadas. La que deja los pisos relucientes y el Blem arriba de mi almohada. Hablemos de María, mi empleada amiga. Me animo a decir que me conoce desde que nací, o por lo menos eso es lo que siempre cuenta cuando habla de mí. Tengo el primer recuerdo con ella cuando tenía cinco o seis años y la encerramos en un baño con mis hermanos. Sin embargo sobrevivió a través de los años y hoy sigue planchando religiosamente hasta el cansancio. Durante una época de mi secundaria no me la aguantaba, lo único que hacía era molestarme cada vez que llegaba del colegio cansada y me obligaba a comer dos platos porque estaba muy flaca, o me contaba historias de fantasmas en los pasillos de mi propia casa, y la verdad es que no me divertía para nada. Con los años aprendí con ella el arte de la paciencia y tolerancia, y no me quedó otra que ponerle buena cara. Y así pasó de ser mi dolor de cabeza a mi nueva compañera de buenos oídos y gran consejera. Bueno, lo de buenos oídos es relativo, porque es sorda del lado derecho completamente, entonces hay veces que le hablo y sigue cantando o le pido algo y mira para otro lado. Aunque una vez le estaba hablando del lado del oído izquierdo y siguió entonando a todo volumen a Los Nocheros... Igual lo que intento solucionar son dos problemitas que hacen que desaparezca toda la paciencia que le tengo a María. El primero: cada vez que entro a mi cuarto tengo todo, absolutamente todo, mágicamente reformado. Además de limpiarlo y ordenarlo pareciera que juega a ser diseñadora de interiores, porque los cuadros están todos cambiados, desaparecen los resaltadores que dejo tirados, el teléfono del otro lado, la silla de flores la acomoda cerca de la puerta y trae todas mis carteras al lado de la biblioteca, la foto de mi mesa de luz varía según el día, el ramito de rosas secas lo guarda en una caja y ordena por colores mis pulseras y mis bufandas. El otro dilema pasa por su eterna pregunta que viene antes del "hola" cada vez que abro la puerta: "¿Hay novio nuevo ya?" No hay necesidad. Qué tema recurrente. Es como si en mi respuesta buscara su propia tranquilidad. Me lo pregunta desde hace exactamente dos años o un poco más. Y yo le cuento todas las historias nuevas pero ninguna la deja satisfecha. En una época buscaba la manera de llegar siempre más tarde así no tenía que cruzarla o entraba y me iba derecho a mi cuarto para evitar la pregunta innecesaria. Ayer, con la toalla en la cabeza, le conté que iba al cine con alguien pero me habló sobre el discurso de Cristina en los canales de aire. En fin, le tengo cariño y siempre me trae los mejores libros de un autor peruano poco conocido y paquetitos de lavanda que deja abajo de mi almohada. Pero quiero resolver lo antes posible y de una sola vez estas dos obsesiones reiteradas que, a ella la hacen feliz pero a mi me irritan de manera desmesurada.

4 comentarios:

  1. JAJAJAJAJ GENIAAAAL! MC MERY SOS PASIONN

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  2. En verdad fue irónico! Es Vargas Llosa.. nunca leí nada de él, tengo sus libros pero todavía no metí la nariz en ninguno!

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  3. Mc Mery!!! no la extranio, la verdad de las verdades. No extranio ni los estornudos, q te olvidaste nombrar. Ni extranio cuando llama a Felipe como mantra hindu, aunque Feli este en Palermo se escucha a Maria Feeeelipe, Feeelipe... ya tiene bastantes anios encima. La quiero! pero no la extranio. Mandale igual mis saludos a mc mery! Y otro besote enorme para vos :)

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