Cuatro mil quinientas veces.




Es domingo, qué día innecesario. Escucho desde el fondo de mi cartera el tiririn del celular; sea quien sea no estoy de humor para hablar. Los restos de cerveza y tequila de la noche anterior me retienen en la cama más de lo normal. No quiero zucaritas, no quiero ir a almorzar, se me fue el hambre de repente y básicamente también se me fueron las ganas que tenía de amar.

Por suerte están las amigas, las mejores, mirándome desde la mesa de luz, en esa foto de Ecuador y me obligan a levantarme aunque todo me siga dando vueltas alrededor.

¿Por qué suena tanto el teléfono un domingo?
"Sofita te llamó Dolly dos veces, Anita Trejo, llamó tu hermano, traté de despertarte pero estabas muy dormida. Ah, también te llamó Agustina"

Mejor me doy una ducha, bien fría y que el agua sobre el cuerpo me relaje en su justa medida.
Trato de entonar alguna canción, pero el último día de la semana siempre pierdo la voz. Entonces me hago un baño de crema para quedarme más tiempo abajo del agua, y mientras, espío el día por la ventana, pensando en la estabilidad emocional, en las seguridades y en la libertad personal. Pucha. Ya habían pasado esas dudas. Pero me volvieron a visitar.
Me enjuago con fuerza y no entiendo por qué determinados temas se mezclan con el razonamiento de la cabeza, si no son compatibles, no se tendrían ni que asomar por ese lugar.

"Vamos a la muestra de Marta Minujin, dale"

Me subo al auto y veo la hora, son las cinco casi y media y me doy cuenta que no comí nada en todo el día. No me molesta por primera vez en la vida. El tanque de nafta está igual que yo, vacío, pero titila la pantalla de atención carburante. Qué suerte que tiene, por lo menos él sí tiene hambre.

Por fin el domingo toma color. La paso a buscar a mi ex compañera de caminatas, a mi codazo en el medio de una reunión, a mi diario íntimo de tapa rosa y corazones en las hojas, a Miriam a los 80 años, a mi profesora de reggeaton, a mi cuaderno abierto de consejos y opiniones, a mi risa hasta los riñones, a mi Cosmopolitan gratis y en persona, a mi cómplice a cualquier hora, a mi amiga de sonrisa grande y contagiosa.

Qué bueno que todavía existan los bares y las mesas al aire libre, y las relaciones no se reduzcan a los mensajes de texto y las redes sociales, que en su auge envuelven a las personas en una vorágine.

"Te cambio mitad de tu scon por un cuarto de mi alfajor".

Le confieso a mi amiga que últimamente estoy mostrando muy abiertamente mis sentimientos. Y que eso me convierte en vulnerable, pero ya estoy curtida y vivimos en un mundo donde todo es poco probable.

Después vimos caer el sol, y nos cruzamos con Milagros, el bulldog francés, en la esquina de Arcos.

No quiero que se haga de noche si no estoy con él. Me agarro de la mano de Tolstoi y  más tarde de Sábato, hasta la página 22, enroscada en mi cama hasta la una y cuarto de la mañana. 
Pero no quiero dormirme; todavía me queda un chocolate y el final del capítulo más emocionante.

1 comentario:

  1. mmm jajaja sofucha es verdad q en eso tan lindo q esribiste no entraban ni encajaban esos comentarios mios y nuestra charla de 2 horas tan profunda y tan escuchada por oidos que nada tenian que escuchar. queda para nosotras.
    te quiero amiga.
    muy real

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