Guten Morgen, Natacha




Hay veces en las que los puntos de vista que vienen desde otro continente me abrazan el alma. Desde un simple intercambio de e-mails a media mañana, con sabor a Alemania. Sentada en mi escritorio, con un vaso de jugo de naranja en una mano y la otra en el teclado voy leyendo cada palabra y sonriendo. A gusto con el sol que se apura por hacer llegar algunos rayos del lado de mi ventana, a gusto con las flores blancas que me miran de espaldas, a gusto con el silencio de la oficina a esa hora del día. Me dan ganas de tomarme un avión y compartir unas cervezas con esa sonrisa rubia y esos ojos que contagian alegría, y hablar durante horas de las historias de hombres, del destino, de las elecciones, de la vida. Mientras tanto sigo cerca de la pantalla y grabo en mi cabeza cada unas de sus palabras, porque me hacen bien y no importa si estamos lejos, ni si quiera si no podemos vernos; durante media hora esas líneas me alegraron la mañana y me hicieron dar cuenta de las cosas que realmente valen la pena entre tanta confusión dando vueltas, flotando en la nada.

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