No existen los problemas



Se me pegó un chicle en el pelo y entre algunos pataleos y llantos me tuvieron que cortar un mechón bastante largo. A Vicky, mi prima, le raparon su pelo negro lacio hasta la cintura, sin aviso ni condición, un minuto antes de la operación. 

No quiero comer más helado, ni chocolates, ni alfajores, ni papas fritas en todo el año, o por lo menos hasta no tener tantos kilos de rollos acumulados. Al ahijado que apadrina mamá en India lo internaron por desnutrición de primer grado. 

No paro de discutir con papá, me molesta cada cosa que me dice y no aguanto seguir sentada en la sobremesa para hablar. El papá del chino murió hace un par de años atrás. El de Fede también, un domingo a la tarde, de repente dejó de respirar. 

No me gusta el pepino en la ensalada, ni nada que tenga carne picada. El señor de Santa Fe y Libertad desayuna los restos de comida del tacho de basura de la esquina. 

Me llama una amiga y con lágrimas y bronca me cuenta que la bocharon en un final. A mi todavía no me salieron las materias, no sé si voy a poder cursar, y a Justo directamente lo rebotaron en el ingreso a la facultad. 

En casa cortaron por dos días el agua caliente. A la noche me baño con piel de pollito quejándome. Leo en el diario que unos 300 millones de africanos carecen de acceso a agua potable y al menos catorce países del continente sufren un déficit de agua permanente.

Camino ajustada en un vestido nuevo y me miro las uñas recién pintadas. Me quejo porque se me corrió el esmalte en la del dedo chiquito. Al lado mío dos chicas juntan cartón y tienen la remera transpirada de trabajo y las manos curtidas por rasguños y callos.

A veces por obsesiva me molesta encontrar monedas sueltas en las carteras. Los chicos sentados en los escalones de la Iglesia festejan cuando se tropiezan con una moneda de un peso en la vereda. 

Me molesta que mamá entre a mi cuarto sin golpear la puerta, o cuando me hace preguntas como si fuera una nena. La mamá de Luli ya no está con ella.

No me sale perfecto el saque de tenis. No aguanto corriendo más de 4 kilómetros seguidos. A veces en la pileta me da fiaca nadar. Vicky todavía no volvió a caminar.

Un Mocaccino y los tomates del chino





- Sofitel te cuento, a la tarde, cuando estoy en la otra oficina, sabés lo que hago? Llamo no, al bar de la esquina, me lo sé de memoria el teléfono, viste? Bueno llamo y no sabés lo que me pido... Un mocaccino. Si, un mo-ca-cci-no. Es una cosa espectacular Sofitel, no sabés lo que es. Con chocolate. Enorme. Todo espumante. Me lo chupeteo todo, no sabés. Y me sale sólo siete pesos, escuchame. Sie-te pesos! Más barato que sentarme a tomarlo te imaginás. Ay pero no sabés lo que es, se te derrite el chocolate en la lengua, y se mezcla con el gusto a café, así bien fuerte, es una cosa de locos. 


Un día si querés lo pedimos acá, vas a ver lo que es, te morís Sofitel. Escuchame, Sofita me está dando hambre, creo que voy a almorzar porque no se puede seguir así, no se puede viste. Me traje pollo al champignon hoy, con vino blanco y unas papas al horno con romero para chuparse los dedos, todo fresquito, está increíble. Y unos duraznos jugosos que me vendió el chino de la vuelta de casa, se te hace agua la boca. Eso sí, los como sin cáscara. A mí esa pelusita que tiene el durazno, ay que asquito, no la puedo tragar. Qué? Que me banque qué pelusa? Qué desubicada, qué desubicada.. Bueno te decía, el chino también vende unos tomatitos cherry alucinantes, que no los encontrás en Disco ni en otra verdulería, eh. Los tiene  sólo este chino, parece que los trae de México, todos pipí cucú y que sé yo y qué se cuánto. Mañana traigo si querés. Uy, Sofitel ya es la una y media, es tardísimo, no llego, no llego, que cosa, la verdad no entiendo cómo se pasa el día así, a uno no le alcanza el tiempo para nada. Ay, pucha, la reconferencia, no viste mis anteojos? 


-Si, los tenés puestos Grace. 

Hay



Hay besos de Felipe por toda la cara. Hay un regalo de papá abajo de mi cama. Hay una amiga que se llama como yo y me está esperando en la puerta de casa. Hay tostadas con dulce de frambuesa y queso blanco. Hay un abrazo, fuerte y largo. Hay nesquik. Hay historias que me hacen reír. Hay secretos escondidos por ahí. Hay un atardecer acostadas en mi cama. Hay dolores varios taqueando desde el pecho. Hay algo que no sé cómo se llama y es más fuerte que eso. Hay otra amiga en la puerta de mi cuarto, con piloto de lluvia y otra dosis de abrazos. Hay papas fritas. Hay chocolates. Hay horas de buena risa. Hay cuentos de Caro, Sofi y Tere en Rosario. Hay un vestido de animal print ajustado. Hay una anécdota de hielos en la boca y de hombres esperando. Hay unos ojos delineados que me miran y me cambian el día. Hay otra amiga jugando a ser modelo en la puerta de abajo, y sube y me sonríe tirándose arriba mío sin pensarlo. Hay un vestido canchero con muchos volados. Hay unos ojos verdes esperando la respuesta de un mensaje guardado en la carpeta de enviados. Hay unas lágrimas que amagan con volver. Hay un abrazo cerca que las hace desaparecer. Hay un secreto escondido desde el año pasado. Hay metidas de patas. Hay risa con dolor de panza. Hay Blackberries guardados. Hay muchos besos en el cachete. Hay otra amiga que llega a las apuradas. Hay muchas voces arriba de mi cama. Hay más abrazos. Hay boludos importantes. Hay cosas que no entendemos. Hay hombres más o menos. Hay hambre. Hay muchas empanadas. Hay alarmas. Hay una amiga famélica que come más de la cuenta. Hay proyectos. Hay almohadas tiradas. Hay cuentos de un desayuno de a dos después de recorrer todo Buenos Aires y jugar al amor. Hay jodas. Hay confensiones. Hay helado. Hay más chocolate. Hay levante. Hay mensajes. Hay tatuajes. Hay panzas llenas y corazones contentos. Hay viento. Hay lindos recuerdos. Hay cama de nuevo. Hay sueño profundo. Hay un ramo de flores secas en el suelo. Hay una almohada apretada contra el cuerpo. No hay otros momentos que valgan tanto la pena como cada uno de todos estos. 

Otra de amor


Cuando me gusta un chico que no conozco y muero de verguenza lo primero que hago es mirarme los pies, o morderme los bordecitos de las uñas de mi mano derecha cuando él no me ve. El otro día Nacho me preguntó por las "historias de amor" en la calle. Y me acordé de John en un subte europeo, de nuestras miradas encontradas. Y más tarde de sus palabras en inglés en ese recorte de papel, que terminó en mi mano cuando le sonreí en la esquina de la calle empedrada, que después se convirtió en noche de verano con cervezas en la barra, en ese lugar en frente del mar, con gusto a arena y música griega. Hoy me volví a acordar de John, pero esta vez en Buenos Aires, viajando en el 152. Me apoyé contra la ventana y la abrí lo más que pude así se me iba secando el pelo todavía mojado y dejé la guitarra que tenía colgando del hombro a un costado. Abrí el libro que me regaló papá ayer, el de Galeano pero no pude terminar la primer hoja cuando me choqué con el hombro de él al otro lado. No se corrió ni un centímetro y ahí se acomodó, codo a codo, cerca mío. Intenté moverme, pero el perfume en sus muñecas y el de su ropa recién lavada que se mezclaba con el aire de afuera hicieron que me quedara quieta. El abrió un libro, le quedaban tres páginas y lo terminaba. Yo, mientras, asomaba mi cabeza por la ventana y de reojo lo espiaba. Hasta que sin tener la intención vi que terminó su libro gordo y se me escapó un "Al fin, por tres páginas tardaste un montón" Y me miró presionando las cejas pero con ojos claros y una sonrisa abierta. Uy, Santa Fe y Paraná, ya me tenía que bajar. Le dije "buenochausuerte" y me bajé a los empujones entre la gente. Crucé la avenida y por adentro me reía, qué caradura, tengo que dejar de hablar en voz alta y ser un poco más reservada.  Y en el medio de esos pensamientos unos pasos corriendo me tocan la espalda: "Te olvidaste la guitarra". Y por adentro sigo pensando, encima de caradura, despistada. Le dije gracias y una sonrisa. El todavía respiraba agitado pero se reía. Yo quería dar media vuelta y entrar a la oficina. Pero el me ganó y dijo algo así como que moría por escucharme cantar una canción. "Disculpame, pero llego tarde" Y me fui apurada otra media cuadra.  Hace un rato el portero del edificio subió el diario y un par de cartas. "Ah, y esto me lo dejó un muchacho alto, de ojos verdes y camisa a cuadros". Y acá en el escritorio entre mis carpetas, el desorden y las tostadas con manteca tengo una servilleta de papel, con el nombre de él y un teléfono que termina en seis. 

Ella y él


Pasaron la puerta de madera con la mirada dibujada de timidez. Ella miraba sus pies. El le sostuvo con firmeza la mano. Se sentaron enfrentados, alrededor de la música escocesa y de las miradas inquietas. Ella se acomodaba el pelo al costado del cuello y apretaba el rouge entre sus labios ansiosos de besos. El no se animaba, y sólo la miraba. Se le olvidaban las palabras y transpiraba inseguridad desajustándose la corbata. “¿Vino o champagne? Vuelvo en un minuto, esperame acá” Pero ella envejecía cada vez que tenía que esperar y ya no quería seguir sentada de brazos cruzados en el mismo lugar.

“¿Bailás?” le preguntó una camisa rayada de valentía. Y sus ojos sonrieron un sí sin hablar. El llegó con las copas sostenidas en una mano, pero ya era tarde: ella daba vueltas en el aire con su vestido rojo y se inflaba de felicidad cada vez que giraba hacia atrás y su pelo le cubría la espalda, concentrando todas las miradas de los demás. Era feliz bailando. El eligió la esquina más oscura del lugar y en dos tragos largos vació las copas de champagne. Su pecho se infló de burbujas y confusión, sólo quería volver a tenerla entre sus brazos pero ya se había desgastado la canción de a dos.

Es que en un momento se vive una vida, pero él no entendía esa filosofía. Dejaba pasar los días, y así los meses cuando el amor tenía forma de a veces. Ella se escapó al jardín de invierno y dejó caer el dolor hecho lágrimas apretando el pecho. Respiró el aire de la noche que siempre le hacía bien, se ajustó el vestido y contó hasta diez. Volvió sonriendo, entre el humo y la gente y siguió bailando naturalmente. Bailó hasta no sentir más los tacos debajo de sus pies, hasta volver a sentir la vida corriendo entre las venas y su piel,  hasta el primer bocado del amanecer. 

Wake me up before you go



Con ella pasé la noche en un Volkswagen y hasta las dos de la tarde del otro día no salió el sol. Casi morimos de hipotermia y de hambre,  pero nos salvó la risa incansable de las dos. Y quiero estar de nuevo ahí adentro, con la tormenta y los truenos, las caras de asustadas y el miedo por el espejito retrovisor, quiero seguir jugando a Titanic, tiritando de frío, adivinando la hora, esperando que nos llegue alguna señal de Mora. Me acuerdo de nuestros tacos desgarrados corriendo por el medio de Dean Funes, de las sombras de los árboles y de nuestros gritos descomunales. Me acuerdo de la lluvia que no paraba, de la ventana abierta y del miedo que nos subió por toda la espalda cuando nos encontramos con alguien esperando en la puerta. Es que no hay un primero de enero juntas que no sea una historia.Ya es febrero pero quiero volver al asiento de atrás del primero de enero y acurrucarme un rato más, para seguir agarradas de la mano y olvidarnos de los mundos que siguen girando ahí afuera, y quedarnos sólo con nuestra risa que me lleva lejos y me hace bien.

Así estamos





Montevideo y Juncal. A un centímetro de mi cara "Qué buenas tetas mame"
Montevideo y Santa Fe "Qué buen culo que tenés, te parto en tres "


¿Qué les pasa por la cabeza a los hombres cuando abren la boca?
¿Es que no se dan cuenta que ya es ordinaria su debilidad por el sexo opuesto a cualquier hora?
Dejando de lado que el primero seguramente estaba borracho y veía todo por dos, o tenía demasiado aumento en los anteojos y ni se percató..


No soy una mina feminista pero a veces no entiendo esa hombría descocida, rebalsada de vulgaridad, con esos comentarios tan fuera de lugar. 
Tampoco es de frígida. Ahora que me acuerdo, una vez salí varios meses con un chico que no me tocaba ni las orejas. Gracias que respondía a los besos, pero ni siquiera eran de esos apasionados y acalorados hasta los huesos. A lo que me refiero es que tampoco me inclino a los extremos.


Pero estoy chapada a la antigua y prefiero los piropos cruzando la avenida, de esos que quedan pocos, de los que me cambian el color de los pómulos y me hacen sonreír con decoro. 


No se puede generalizar, pero es verdad que cada vez hay más basura visual, más de lo fácil e inmediato, y menos parejas de la mano. 
Pareciera que los ideales de las mujeres, y por qué no de los hombres, se van evaporizando, y todo se reduce a "mi sueño es estar con Tinelli en Bailando" o incentivando la falta de valores en Gran Hermano.


Y no digo que estoy colgando del limbo, al margen de la sociedad, a veces espío. Pero es más fuerte lo que me dijo Sábato en ese libro que encontré en la biblioteca de mi hermano, y entonces resisto, me quedo con lo distinto.


Son elecciones, cada uno sigue sus propias pasiones. 


Yo sentí en mis venas a Juana de Arco, y recorté las mejores cartas de Victoria Ocampo. Ojalá vuelvan a estas épocas los modelos de mujeres enteras, firmes en sus valores, con todas las letras.


Creo que la cultura se está empobreciendo gradualmente mientras hay personas invisibles que se alimentan y se enriquecen de la ignorancia de la gente.


Au revoir, mejor me voy a almorzar.

Sopa de caballitos de Angel


-¿Alguna manzana de las de la heladera es tuya?
-....
-¿Cuántas manzanas tenés en la heladera?
-.....
-Sofitel te estoy hablando!
-Grace, podés dejar de hacer un inventario de lo que hay en la heladera todos los días ???
- Y los duraznos que están en el último estante, son tuyos?
- Basta.
-Porque también hay una ciruela haciéndose pasa, la verdad yo no sé quién deja tanto tiempo una fruta ahí pudriéndose. No es tuya? Y el yogurt, ese de frutilla, por la mitad?
-...

En las oficinas también tendría que implementarse algún tipo de sistema parecido a un Ashram en India, concretamente en lo que se refiere a los votos de silencio, cuando alguien no quiere hablar ni que le hablen durante determinado tiempo y lo hace saber con una tarjeta colgada del cuello o en la ropa. Con ese simple hecho la otra persona sabe que no puede hablarte, ni molestarte, ni preguntarte, ni gritarte, casi ni acercarse.

No es de introvertida ni de mala onda, mucho menos de egoísta ni de mala persona.
Pero hoy, sólo por hoy, quiero cerrar los ojos y hacerme invisible, y apagar el interno de mi teléfono, y dejar en espera la lista de mails por responder, y plantar al abogado en el Banco Francés, y dejar de escuchar por una hora los gritos de Grace.

-Ah, hay una sopa Knorr que está vencida ahí en el cajón. Sabés que a mi nunca me gustó la sopa de cabellos de ángel. Ay, la detesto. No la puedo ni ver. No puedo, no puedo, no puedo. Esa cosa toda pastosa de fideos, que encima son tan finitos, te juro, me supera, me su-pe-ra. Mi abuela me obligaba a comer cabellos de ángel todos los jueves, y no sabés, mirá no sabés el revuelto de estómago que me causaban. Y además esos fideitos tan chiquitos, ínfimos, no tienen gusto, te diste cuenta? Son tan insulsos, viste? Sofitel, me estás escuchando?

- A mi me encantan los caballitos de Angel.

Cuatro mil quinientas veces.




Es domingo, qué día innecesario. Escucho desde el fondo de mi cartera el tiririn del celular; sea quien sea no estoy de humor para hablar. Los restos de cerveza y tequila de la noche anterior me retienen en la cama más de lo normal. No quiero zucaritas, no quiero ir a almorzar, se me fue el hambre de repente y básicamente también se me fueron las ganas que tenía de amar.

Por suerte están las amigas, las mejores, mirándome desde la mesa de luz, en esa foto de Ecuador y me obligan a levantarme aunque todo me siga dando vueltas alrededor.

¿Por qué suena tanto el teléfono un domingo?
"Sofita te llamó Dolly dos veces, Anita Trejo, llamó tu hermano, traté de despertarte pero estabas muy dormida. Ah, también te llamó Agustina"

Mejor me doy una ducha, bien fría y que el agua sobre el cuerpo me relaje en su justa medida.
Trato de entonar alguna canción, pero el último día de la semana siempre pierdo la voz. Entonces me hago un baño de crema para quedarme más tiempo abajo del agua, y mientras, espío el día por la ventana, pensando en la estabilidad emocional, en las seguridades y en la libertad personal. Pucha. Ya habían pasado esas dudas. Pero me volvieron a visitar.
Me enjuago con fuerza y no entiendo por qué determinados temas se mezclan con el razonamiento de la cabeza, si no son compatibles, no se tendrían ni que asomar por ese lugar.

"Vamos a la muestra de Marta Minujin, dale"

Me subo al auto y veo la hora, son las cinco casi y media y me doy cuenta que no comí nada en todo el día. No me molesta por primera vez en la vida. El tanque de nafta está igual que yo, vacío, pero titila la pantalla de atención carburante. Qué suerte que tiene, por lo menos él sí tiene hambre.

Por fin el domingo toma color. La paso a buscar a mi ex compañera de caminatas, a mi codazo en el medio de una reunión, a mi diario íntimo de tapa rosa y corazones en las hojas, a Miriam a los 80 años, a mi profesora de reggeaton, a mi cuaderno abierto de consejos y opiniones, a mi risa hasta los riñones, a mi Cosmopolitan gratis y en persona, a mi cómplice a cualquier hora, a mi amiga de sonrisa grande y contagiosa.

Qué bueno que todavía existan los bares y las mesas al aire libre, y las relaciones no se reduzcan a los mensajes de texto y las redes sociales, que en su auge envuelven a las personas en una vorágine.

"Te cambio mitad de tu scon por un cuarto de mi alfajor".

Le confieso a mi amiga que últimamente estoy mostrando muy abiertamente mis sentimientos. Y que eso me convierte en vulnerable, pero ya estoy curtida y vivimos en un mundo donde todo es poco probable.

Después vimos caer el sol, y nos cruzamos con Milagros, el bulldog francés, en la esquina de Arcos.

No quiero que se haga de noche si no estoy con él. Me agarro de la mano de Tolstoi y  más tarde de Sábato, hasta la página 22, enroscada en mi cama hasta la una y cuarto de la mañana. 
Pero no quiero dormirme; todavía me queda un chocolate y el final del capítulo más emocionante.

Once de Febrero


A otra cosa mariposa.

καλός κἀ ἀγαθός


Hay señales por todos lados y adentro del Almacén hace calor. No tienen tu cerveza preferida, no importa, sonrisa femenina, pero que sea sin espuma, bien helada y jamón crudo y rúcula en la pizza. Los proyectos y los buenos tiempos servidos de entrada, y la emoción en tus ojos me recordaba a esa amiga de 13 años enamorada, despreocupada, despistada. Es que no te das una idea la felicidad que siento adentro mío cuando dejo todo por esos chicos, cuando mi tiempo es de ellos, cuando veo sus caras contagiando alegría, cuando les doy lo poco que tengo, mi ayuda, mis manos, mi silencio. Es increíble lo que pasa cuando das amor desinteresadamente sólo a cambio de una sonrisa agreste. Freddo o Volta? Y en una decisión ínfima se pueden entrecruzar los destinos de tu vida. En diez minutos despedite de tus inestables 22 y pensá bien los deseos porque lo que pidas va en serio. No hables más de eso, alejalo de tus pensamientos, abrí la cabeza a otros cielos y despeinate un poco el pelo. Mirá quién vuelve. No te puedo creer. Si, hay lugar. Y al principio era el típico gentleman, no podía dejar de mirarlas, la energía que irradiaban no se las puedo explicar, esos ojos, y ese lunar.No puedo evitar la risa y me muerdo las uñas para intentar esconder la carcajada que se estaba por avecinar. Tragos en Ave María, encantadas, aia, me dolió tu patada. Y en cinco cuadras la historia de su vida, que su empresa, que sus novias, que los juicios, que Iván y Sasha, que los amigos, que ésa es mi casa, que la frontalidad, que el mar y un ranchito en el medio de la playa, pero con plasma y música, mucha música de la buena y gourmet para el paladar. Caipiroska, que sean dos y un Mai Mai. Te puedo decir Alejo? Así me decía mamá. Ah, les presento al mejor barman de Argentina y campeón mundial. Yo no creo en las coincidencias ni en la casualidad, todo es por algo, y por algo terminamos sentados acá. Ahí viene Ramiro, el chef. Nos sonríe y nos muestra las fotos de su luna de miel en el Caribe. Vos necesitás un hombre con todas las letras, alguien que te valore hasta el final, un hombre que te quiera, que te abraze y te coma a besos en cualquier situación, en cualquier lugar. Y después intercambiamos pensamientos y opiniones, los miedos, las pasiones, Dios, la Iglesia, las guerras, las canciones, la familia, la indiferencia y al final el agua sobre la mesa, la copa intacta, es madera, y los árboles ahí afuera. No hay luna, pero hay estrellas. Y todavía es verano, sólo quiero que no sigan pasando los años. Mientras tanto te acompaño. ¿Qué me decías? Acordate: luz, amor interior y exterior, fortaleza y sabiduría.


Las nubes no son de algodón


Hay algo de los días de lluvia en Buenos Aires que me angustia. No sé, la gente apurada, chocándose con los paraguas, sin mirar para adelante. Se me achinan los ojos evitando que las gotas se impregnen en mis pupilas, y las veredas se disfrazan de velorio; por cada charco una cara de enojo. Y como si fuera poco se me dá por escuchar esa playlist en el ipod que todavía no entiendo por qué sigue ahí. Pero como dice Fito, siempre tiran los recuerdos. Y el color desubicado del cielo que no encaja con el mes de Febrero. Todo esto sin contar que me pongo melancólica y busco por todos los rincones y cajones fotos escondidas o cualquier resto de un amor pasado, que me arranque una lágrima y pueda estar a tono con el agua de la lluvia. Y otra vez los ojos de él, que insisten en la ventana de ese bar en donde alguna vez lloré hasta sentir que se me cerraba el pecho y que el mundo se me caía entero. Qué suerte no haber nacido en Londres. Qué suerte la de mi tortuga que se escapó por las montañas de Córdoba. A ella tampoco le gustaba la lluvia pero podía salvarse adentro de su caparazón y evitar todos los recuerdos que desordenan la cabeza en los días de lluvia como hoy. 

El recuerdo caído en el camino


"De pie el recuerdo caído en el camino,
cansado de seguirme sin historia,
olvidado en un árbol del camino.

Iré tan lejos que el recuerdo muera
destrozado en las piedras del camino,
seguiré siendo el mismo peregrino
de pena adentro y la sonrisa fuera.

Esa mirada circular y fuerte
en un mágico pase de muleta
esquivó en mi ansia toda meta
convirtiéndome en vector de la tangente.

Y no quise mirar para no verte,
sonrosado torero de mi dicha,
invitarme con aire displicente".

Ernesto "Che" Guevara

Je ne sais pas



Digo, estamos acá y no sabemos dónde vamos a terminarDesconozco el año, el día y la hora en los que despegue los pies de esta tierra y mi cuerpo inerte descanse entre cuatro paredes de madera. Nunca le tuve miedo a la muerte. Siempre me intrigó ese momento final, el último respiro, las últimas palabras, el otro lado, lo desconocido, si existe el cielo, en el infierno no creo, si somos polvo de estrellas o cenizas suspendidas alrededor de los planetas. Los próceres, mi abuela, los famosos, los antiguos filósofos, los perros, mi padrino y tantos otros. En este mundo estamos de paso. Coincido con Antonio Machado cuando dice que "la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos". Le pregunté a Francisco cuál era su mayor miedo: "saber que estoy muriendo y darme cuenta de que no pude disfrutar la vida lo suficientemente"

Treinta días y un perdón

Ya transitaba mi segunda década. Pagué a ciegas 20 euros por cinco minutos de Wi fi, sólo para volver a leer el primer mail de John. Un mes más tarde, no fue mi intención, recibí sus últimas líneas en inglés: " Creeme, me rompiste el corazón"


Por el surfer moría de amor. Se llevó mi teléfono en una servilleta de color, y enterramos los mejores besos en la arena de Ecuador. Pero la marea me jugó en contra, y la ciclotimia, que no, que sí.. "Deja vú de lo que va a venir", sin decirle nada lo dejé ir.

Otra vez perseguí a Francisco durante 18 hoyos y enamoradísima me escondía y lo espiaba de reojo. A los 3o días, después de los pochoclos, el teléfono y un par más de salidas, quería desaparecer. No me animé a llamarlo y me despedí con un e-mail.

Con mi mejor amigo estuve de "novia", pero creo que desde los comienzos fui demasiado obvia. A cada salida del colegio apuraba el paso y me iba corriendo, plantándolo sin beso ni aviso en la esquina de Libertador y Juramento.

El sudafricano, Le Roux, que no era negro, me volvió loca sin preguntármelo. Ya tenía un pasaje en camino, pero era un mes de dudas y buen vino; no pude evitarlo, y al día 30 dejé todo el tablero dado vuelta.

Y el hermano de Martina.. por un día lo quería, pero los otros 29 me devoraba las dudas con los pétalos de las margaritas. El resto del verano aguantaba la respiración, sumergida en la pileta lo más que podía, y de esa forma me aseguraba que cuando él pasaba no me veía.

Un mes. Treinta días. Setecientas veinte horas y siempre la misma puerta de salida, la de emergencias, luz roja, me asfixio, que pasen los días.

(Igual, en el fondo lo sufría y no entendía)

Pero quién me quita el mes bailado si tarde o temprano pasaron los miedos y vinieron los meses estables y duraron los años. Hasta volver al punto de partida, de cero, con algunas cruces en la espalda pero menos dudas y más mariposas en la panza.

Es que las parejas son (casi) siempre pasajeras, pero el amor no.
El amor, de tripas corazón, es lo único que queda.