Mesa afuera. Un par de cervezas. Federico me cuenta que está por cortarle a su novia. Pide otra Stella y una picada completa. Yo pido que cambiemos de tema. Si es mal de amores mejor hablarlo con la panza llena. Me cuenta que tiene en mente un viaje increíble para el año que viene. Que larga el laburo, que tiene hambre de mundo. A mí me tienta el jamón crudo que trajeron a la mesa. Aunque más me tienta el viaje que tiene en la cabeza. Nos vamos a ver seguro. Me lo dice mientras se termina el queso gruyere. Y sino te voy a buscar a donde estés. Pongamos fecha y hora para el próximo año. Un bar.Barcelona, Florencia, Lisboa, Marsella. Elegís vos. La cuenta. Panqueques con dulce de leche. Mal de amores pegoteado en la cuchara. La charla se hace larga. Me gusta escucharlo. Mueve las manos. Se ríe de vez en cuando. Sólo cuando se acuerda lo que le gustaba de ella. Pero fueron muchos años. Dice despacio. Demasiados. Me pide mi opinión. Me muestra los últimos mensajes que se mandaron. Me hace escuchar la canción que él le escribió. Está cansado. Seguimos hablando. La vida no cuenta con ensayos. Estamos en el escenario. Constantemente. Entre toda la otra gente. Sólo de nosotros depende seguir las elecciones que mejor nos representen. Quiero más dulce de leche. Mañana hablamos. Te llamo. Suerte. Me gusta irme a dormir y saber que al otro día es viernes.
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